No es bonito decirlo, pero ya no quiero a mi voto. Lo vendo y busco ofertas.

Advierto. Ya no es lo que fue. Es un producto caduco, podrido. No servirá para solucionar ninguno de los grandes problemas de El Salvador, en todo caso ayudará a saber quién iba manejando el Ferrari accidentado. Porque esa es la noticia aquí, no la pobreza, ni la delincuencia.

Soy sincero y acepto que está devaluado. Su función era elegir un Presidente y según veo eso es algo intrascendente en estos momentos. Nadie habla de los candidatos. Se habla sólo del que ya se va. El que deja destrozos. A ese, mi voto no le importa.

Aunque también tiene cosas buenas. Para utilizar mi voto no hay que hacerse grandes preguntas. ¿Cómo vamos a mejorar El Salvador? ¿Qué temas son prioritarios en el país? Eso nadie lo sabe, ni importa. Según los consejos de los expertos locales, el que vaya a utilizar mi voto sólo debe preguntarse una cosa: ¿es posible requerir cirugía de cadera para sanar una leve caída?

El afortunado que me lo compre no debe cuestionarse en qué gasta nuestro Gobierno o por qué no hay trabajo en el país. Mucho menos pensar qué se ha hecho mal en los últimos 5, 10, 15 años… El afortunado votante-comprador solamente debe saber que aquí somos altruistas y a la hora de emitir mi voto sólo debe importarle el padecimiento de los verdaderos pobres del mundo, los venezolanos.

Eso: interesados, escríbanme. Espero convencer a alguien que sepa lo que me ha costado conseguirlo y quiera comprármelo. Seguro que mi voto agradecerá el interés y se alegrará un poquito, le hace falta: últimamente anda todo triste y sucio, camina bien ahuevado junto a otros millones que como él, han sido dejados de lado en El Salvador.