Cumple digital

En mi primer cumpleaños recibí besos de mis padres, mi hermana me mordió y seguro que mis abuelos me hicieron algo rico de comer. No me acuerdo y nunca he preguntado, pero juraría que no me equivoco. Hace una semana cumplí 28, fui a un cajero que no me regaló dinero pero sí me dio un mensaje de cumpleaños.

Recibí varios comentarios por Facebook, algo que ya es tradición. Como los del Whatsapp para los amigos. La familia y los mejores amigos me llamaron, pero por Skype y Facetime para no gastar. Pocos más por Twitter y una foto de mi hermana en Instagram fue lo más novedoso. A mi hermano se le olvidó.

En el restaurante me cantaron gracias al aviso de mi hijo. Juntando todo, no superaría las felicitaciones que recibí por mail: casi 200 marcas se acordaron de mi día. No leí más que dos mensajes, y el de Bwin era un engaño: me regalaban 50 euros pero sólo si compraba 50 más.

Hace 15 años me felicitaban mucho menos, todo por celular. Hace 20 eran llamadas de mis primos, tíos y amiguitos. Quizá todo eso era más sincero, no habían alertas con fechas. Hoy esto es masivo, casi vulgar. Tanto texto para decir poco. Sólo una persona tuvo el gesto de abrazarme por la mañana y desearme con amor un gran día. Mi Nat. De entre todo el despliegue de medios que se dejaron muchos, sólo el de ella me hizo feliz.

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